No me gusta que a los toros te lleves la minifalda.

La última moda del arte valenciano parece ser la censura. Comenzó el asunto en censura moral, que consiguió —tras agotadora campaña de la prensa derechista— una publicidad desorbitada para la exposición de Nobuyoshi Araki & Larry Clarck en la vieja Parpalló, una campaña acérrima que no fue suficientemente enfrentada en su momento. La reacción, por ejemplo, de la AVCA (Asociación Valenciana de Críticos de Arte) fue tan tímida que no se consiguió una declaración institucional en favor de una sala que habíamos premiado. Aquí radica la fuerza censoria que entonces se menospreciaba: No existe reacción frontal contra la minoría mental promotora de la censura. Y, no paran. Una nueva furia censoria, ya no moral sino meramente apetitiva, apareció contra la colectiva que, bajo el título «Contrato Natural», se celebró en el Palau de la Música. La belga Isabelle Bribosia, concibió, para su participación, un happening en el que invitaba, a quien pasara por las puertas del Palau, a pintar una pequeña bandera que sería izada en los mástiles que presiden la entrada. Su intención era doble, primero liberar las fuerzas creativas dormidas por el «no está bien o qué feo o qué mal hecho», y segundo, insistir en la denuncia del deterioro natural, pues en esa idea se inspiraban los pintores espontáneos. Pero hete aquí que aparece la presidenta del Palau, paradigma del buen gusto y preclara inspiradora de nuevas soluciones estéticas, llega y «manda apagar» la instalación de Isabelle Bribosia porque las banderas expuestas ofenden al buen gusto y contrastan gravemente con su muy cuidado adecentamiento del Palau, un ambiente que facilita el deleite musical a sus señores socios.

Y más, y otra vez la excusa moral, por si pensábamos que el suceso del Palau se debía a la iniciativa errada de alguien sin significación, ahora, desde la Concejalía de Juventud, y ante la misma inanidad de la AVCA —otra vez falta la reacción colectiva de los críticos valencianos— se censura la exposición de una obra menor, una serie de fotografías de Tere Arcos, hasta ahora sólo conocida por sus profesores de la Escuela de Artes y Oficios, a quien la censura municipal ha elevado al estrellato nacional: un efecto típico de la censura es la promoción desorbitada de lo censurado, como se vio en el caso de Nobuyoshi Araki & Larry Clarck en la vieja Parpalló, también lo entiende así Román de la Calle, el presidente honorario de la AVCA, «En una sociedad democráticamente normalizada, la propia excepcionalidad de la presencia de la censura transforma su virtual eficacia represiva en eficiencia publicitaria. Y eso es justamente lo que ha sucedido en este caso». De nuevo, desde nuestras instituciones públicas, una iniciativa que confirma eso que muchos se niegan a creer, que el degreso avanza, una idea que Rafa Prats, colaborador de estas páginas, también apunta «Desearía creer que nuestra sociedad avanza. Lo que ya parece que no tengo claro es en qué dirección lo hace».

Rafa Prats merece caso aparte, este crítico de arte acaba de vivir en propia carne esta moda que nos invade, al ser rechazado como jurado de la última bienal de pintura de Paterna por el concejal de cultura de esa ciudad, el señor Oller, cómo puede, un espontáneo, prohibir la participación de un crítico de arte al que ni cuando el tío Paco le cortaron el acceso a los jurados, que ya entonces ejercía su trabajo. Ahí está el espíritu reformista de esa derecha centrada para la que la cultura no es de derechas ni de izquierdas ni de ninguna parte, simplemente no es. Pero el problema no acaba aquí, olvidan nuestros representantes públicos que no están aquí para tutelarnos sino para darnos satisfacción, lo primero es característico de las actitudes autoritarias y no puede ser tolerado, cuestión que destaca el presidente de la AVCA, Juan Ángel Blasco Carrascosa, «Mucho me alegraría que se rectificase esta lamentable prohibición. En cualquier caso, censura y democracia siempre han tenido un difícil ayuntamiento», a lo que José Ramón Cancer, crítico de fotografía, añade «Los servidores públicos en un estado democrático están obligados a defender y salvaguardar la libertad, no a secuestrarla», haciendo hincapié en su carácter de servidores, que no de tutores que ahí comienza el problema, una idea que también destaca Carmen Senabre, profesora de Estética y Teoría del Arte de la UV, «Utilizar criterios presuntamente morales —o de cualquier otro tipo— para cerrar el paso a una exposición, significa arrogarse autoridad en un asunto para el que los gestores de la cosa pública no están investidos de ningún modo»; cuando olvidan su papel, o lo ignoran, se convierten en puros ordenanzas al servicio de no se sabe qué valores eternos, casi siempre próximos al ridículo, como así lo encuentra David Pérez, crítico de arte y antiguo colaborador del Levante, «No hay que olvidar que el esperpento es, para algunas instituciones, una de las prácticas artísticas y culturales más extendidas». Ante esto Carlos Marco, crítico de arte y antiguo colaborador del Levante, simplifica la solución al decir que «Duele tener que recordarles aquella vieja sentencia: “Prohibido prohibir”».

En fin, intento recoger, someramente, la reacción de la crítica valenciana ante un hecho que no es tan aislado y al que, tal vez, favoreció la falta de una fuerte oposición inicial, como sucedió con la exposición de Nobuyoshi Araki & Larry Clarck, allá por la primavera de hace dos años, cuando todavía no había tomado el poder esta derecha, que ahora sí lo detenta, pero ya calentaba motores desde sus periódicos afines. Si en aquel momento la calidad artística era indudable, no así en el caso de Tere Arcos, y los críticos no supimos reaccionar, que ahora resulte patente cierta oposición política a una actitud que no sólo atentan contra el arte y la cultura sino que es socialmente intolerable, rayana en el ridículo y, por descontando, contraproducente al conseguir lo contrario de lo que se buscaba, poner a Tere Arcos en boca de todos y a Valencia por los suelos, justo en el momento en que quiere despegar como candidata a la capitalidad cultural del 2001, un tránsito de siglo que esperemos no se presente desde el éxito de tales reformas culturales.



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