Por esas extrañas coincidencias de la vida, y porque uno tiene amigos hasta en el Infierno, desde la pasada semana me veo envuelto por la ofensiva fundamentalista de patria varia. De la gélida Escandinavia a la tórrida Ibiza los humores son los mismos: a por ellos.

Comencé la semana leyendo la entrevista realizada desde España a Lars Vilks, íntimo de uno de mis mejores amigos, al que los fundamentalistas islámicos han puesto precio, creo que con un plus si primero lo hacen picadillo, por representar a Mahoma como cánido. El provocador en cuestión, porque el que hace estas cosas siempre lo es, y quien reacciona contra ellas se defiende con justa indignación, avalaba su fechoría diciendo que el Islam necesita ser sometido a crítica y sátira. Y uno, con ingenuidad enfermiza, piensa que tiene razón y lo extiende a todo.

A los pocos días entro en casa y mi mujer, que para no pensar en nada mira programas basura, me dice que Elena (Ruiz, claro) acaba de salir en la tele por no sé qué del Papa, el sexo y un obispo (reacción típica ante programas que no merecen ninguna atención), aunque una del programa tenía claro que estaba ofendidísima como católica.

Como uno ya ha vivido más de una situación así, me recordó una exposición comisariada por mí que me cerraron al instante de inaugurarla. Al día siguiente, una televisión preguntaba entre el paisanaje qué les parecía lo expuesto, y todos coincidían en que hería la sensibilidad, aunque nadie había podido ver nada porque a las inauguraciones sólo van los implicados, sus familias, amigos y cuatro canaperos que amplían el arco estadístico. De la misma forma, esta señora de la tele ya estaba ofendida, sin ver ni oír más que sus propios prejuicios. No es la única, muchos perritos falderos opinan lo mismo por idénticos cauces, y cogen carrerilla en los periódicos para pánico de los crédulos en la letra impresa.

Como de lo que mi mujer descubrió, no pudimos saber nada por la tele, llamo a doña Elena para informarme.

Al parecer las confusiones son múltiples y la más importante de todas aparece entre el continente y lo que puede alojar. Y no debería suponer confusión para quien tiene conciencia de quita y pon, me refiero a los católicos, que ora pecan ora no, según con quien confiesen: porque no es lo mismo que le cuente mis penas a una meretriz, que me hunde en las tinieblas, a hacerlo con un señor de negro en la penumbra de un confesionario, que me absuelve al momento. Tengo pruebas, de pequeño lo hice en alguna ocasión y es como la arielita.

Pues de la misma forma serán capaces de comprender, quien tiene esta elasticidad moral, que un templo lo es si destinado al culto, dejadas sus funciones (ellos dirán, desconsagrado el lugar), ya puede uno dedicar la edificación a casa de comidas, biblioteca, prisión, hospital, venta de refrescos y mil cosas más a las que la Historia nos tiene acostumbrados. Así que nos encontramos ante una sala de exposiciones, y no ante un templo, vulgo iglesia. 

Bien que la sala de exposiciones es del obispado, vaya, pues sí, es cierto. Pero la costumbre, y ahora hablo como miembro del comité de expertos del museo, nos dice que nunca el obispado había interferido en ninguna. Claro que todo puede cambiar, pero no me veo en la mesa de expertización departiendo criterios con un señor mandoble en mano. Aunque bueno, Elena, lo podemos probar, ya sabes que soy un tío abierto, ¿o debo escribir señor, en este contexto tan grave? Y al acabar nos tomamos unas copas con la seguridad de estar absueltos dada la solvencia de nuestro acompañante ¿o sólo te premian cuando entras en la penumbra del confesionario?

La siguiente confusión se da a propósito de lo expuesto, no lo he visto, empecemos por ahí, no vaya a ser que ahora me pidan razones de la obra; pero no pongo en duda los criterios del comisario cuando la elige para presentar el panorama de los artistas holandeses influidos por Ibiza. Si a uno le da por hacer obras menos amables, pues habrá que joderse, porque con la abstracción vivíamos muy bien, como es un fraude y no comunica nada, todos contentos, cada uno a buscarle tres pies al gato, que si el azul es esto, que si el rojo, lo otro, y no te digo nada de la pincelada, ¡qué gesto! Pero ante la gravedad de la representación que trata de restaurar los significados perdidos por un arte muelle, como es la abstracción, ahí empiezan los problemas, porque muchos de los significados comunicados no gustan; y como nos molestan, entre dejar de verlos y destruirlos, nos inclinamos por lo segundo, no vayamos a pecar de melindrosos, no, que los tiempos están para dar la batalla contra la ciudadanía.

Convendría tomar conciencia de que el arte actual busca sobre todo dar el golpe, llamar primero la atención porque hay un enorme ruido ambiente que impide oír y ver. Nadie vive entre el silencio de los claustros, cuando disponías de una vida para la contemplación. Hoy, un crío, lleva más música almacenada en su reproductor digital de la que encontramos en muchas fonotecas, y no porque vaya a oírlo todo, sino porque si quiere puede hacerlo, va con él, le acompaña y escucha lo que le apetece en cada momento. Antes uno iba a las cosas, hoy estas te atrapan al asalto, y para cogerte de los ojos debes dar primero, una vez que reparas en que está, ya puedes continuar observando si además te cuenta algo, y si no lo hace, si no significa, como le pasa a toda la abstracción habida, pues le das la espalda, porque no comunica contigo ni te interesa. Todo debe ser visto desde este nuevo nomadismo en que uno se desprende de unas cosas reducidas al mínimo, me refiero a su tamaño, y por eso es tan feroz el empeño por ganar tu atención. En este contexto de velocidad y ruido absolutos deben ser situadas las nuevas producciones artísticas, sin eso no se comprende nada, por ello las palabras caídas del cielo no se entienden, llegan desde muy lejos y llenas de unos colores y gestos que ya no comunican, insignificantes, por más que dispongan de la tradición como trampolín para la cólera. Cólera que debe ser sometida a crítica y sátira como bien apunta Lars Vilks, visto en el trasiego continuo de dormir cada noche en un lugar distinto para salvaguardar su vida, que espero larga y próspera.



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